-Vos sos el flaco que escribió ése libro del ¡feo!, ¿no?- Me preguntó ayer un tachero, ni bien le indiqué el destino. Él me llevó a otro lado, al pasado.
-Así es.
-Yo te conozco, pibe. ¿Seguro vos no te acordás de mí?
-La verdad que no.
-Hace más de 25 años que trabajo en la calle.
- …
-¿Vos ibas a ése colegio que esta en la calle Perón?
-Sí, al colegio Cangallo.
-Ése mismo, imposible olvidarlo. Claro, sos vos, sos vos el que me tiró un cenicero por la ventana. Me costó 3 años conseguir un repuesto. Qué pendejo turro que eras. Me golpeabas el cabezal mientras manejaba. Le tuve que pedir 4 veces a la señora que te llevaba que te calme. ¿Era tu mamá?
-No, siempre nos llevaba a casa una amiga de mi vieja.
-Ya me parecía, era muy linda. Con todo respecto. Además, si era tu vieja hubiera reaccionado de otra manera. Te hubiera fajado, no lo dudes. ¡Qué turro que eras! Cuando paraba en los semáforos, le gritabas a la gente, justo al lado de mi oído. Parecía que lo hacías apropósito. No, lo hacías a propósito, porque era turrito. Te quería despedazar el cogote. Después te peleaste con tu hermano y le tiraste con una lata de coca cola y me arruinaste todo el tapizado. ¿Te acordás, no, te acordás?
-No mucho.
-Cuando bajaron yo no me había dado cuenta de nada, sino te lo hubiera hecho pagar. Qué turrito que eras.
-Quiere que se lo pague ahora.
-No querido. A los 5 minutos que te bajaste, subió un pasajero. Un viejo que me hizo un quilombo de la puta madre. Iba a un casamiento y se sentó sobre el charco de coca cola. Casi me caga a trompadas. ¡Lo hacías bien turrito! No me di cuenta de nada. Y a los 10 minutos sube otro tipo y me avisó que no tenía cenicero. Pensé que me lo habían afanado. Pero me acordé de vos y claro, solo un pendejo turro podía hacer eso, afanarme el cenicero.
A las cuadras, con una calentura que no te imaginás, pensando en lo que me saldría ese cenicero de mierda, le pifié al freno y me estrolé contra un auto nuevito. Lo hice mierda. El tipo se bajó casi al llanto, el muy boludo no tenía seguro. Aproveché la bolada y me fui a la mierda. No quería más quilombos ése día. Y no va que me para la cana para pedir documentos, y no los tenía, no sé dónde carajo estaban. Lo tuve que coimear y todo lo que había recaudado en el día fue para el taquero, que seguro se lo gastó todo en putas y travestís.
Ahí nomás me fui a la parada y le conté a los muchachos. Y me entero que todos te conocían como el arroja ceniceros de la calle Perón. Se acordaban de vos por tus anteojos y tus granos. Pibe, no eras chorro, eras un pendejo hijo de puta, nada más.
-No sé qué decirle señor, le pido perdón por los momentos vividos. Cuando salía del colegio me dedicaba a hacer quilombo. Seguramente intentaba descargar la bronca que sentía por ser tratado como el idiota del curso. Le pido nuevamente perdón.
-Pero querido, todo lo contrario. Me hiciste pasar un momento de mierda, pero en la parada nadie ha superado mi historia y cada vez que viene un purrete de taximetrero me piden que la cuente. Jajajaj, que turro eras pibe, que turro eras. Y mira que tenías una cara de boludo infernal. Pero eras peor que un boludo, era un quilombero de la concha de la madre. No me engañes, se nota. Te hiciste cirugía estética para borrarte la cara de boludo, ¿no? Che, y de qué trata el libro…
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