Hoy es mi cumpleaños. Y me animo a contarlo con la misma efusividad y alegría que lo hice cuando tenía 8 años. Aquella última vez que festejé en grande y solo vino un puñado de compañeritos del colegio, seguramente obligados por sus padres. Y después irrumpió el ocultamiento hasta hoy. Un secreto escondido para evitar las bromas que homenajeaban mi natalicio en el aula. Cosa de chicos que se padece de grande.
Mi amiga Vicky me insistió en festejarlo y se ve que solo me faltaba un empujoncito para organizar una fiesta y ahuyentar el trauma. Celebró los 32, que ya llegaron, por los fantasmas que se van y por un deseo menos antes de soplar.
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