Llegaron, y esperan ser más, incluso, expandirse por todo el cuerpo. Las arrugas ya adornan el contorno de mis ojos y muy cerca de allí, en la patillas, algunas canas.
-¿Y ahora que hago?- me preguntó esa voz interna que a veces ayuda y otras las caga.
-Ya esta. Se terminó la juventud. –se respondió así misma, una y otra vez.
-¿Qué hago?, ¿me las corto?, ¿las tiño? Y las arrugas. ¿Empiezo a usar cremas?
Sobrevivientes de una purga inconclusa y una mudanza, la crema antiarrugas que alguna vez usé, estaba intacta, esperando mi decisión. Sujeta, al debate interno que tengo desde el momento que la abandoné en el botiquín. Usar crema antiarrugas, ¿es una contradicción con mi pensamiento, este blog, el libro y el manifiesto que sostengo contra la búsqueda de la belleza ideal?, ¿Esta mal detener el impacto de la vejez en mi piel?, ¿Quién podría juzgarme, más que yo? Ahí esta el problema.
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