Me parece increíble haber escrito ¡feo! en dos meses, y que, ahora, que tengo las puertas abiertas de la editorial para publicar otro libro, crea que todo lo que escribo es una mierda. Es más, creo que esto también es una mierda. Y lo más probable es que lo sea, pero no me importa. Al menos, voy a hacer el esfuerzo para que no me importe.
Desde noviembre de 2006 que tengo más de 40 cuentos y 20 posibles novelas. Ninguna de ellas pasó las 4 páginas. Al comienzo me parecen excelentes y a las horas me cuestionó haberle dedicado tanto tiempo a textos que merecen el delete. Y los dejó dormir, meses o quizás años, y cuando los vuelvo a leer, me parecen geniales. Me vuelvo a entusiasmar, retomo la escritura y al poco de comenzar pienso que estoy cagando lo que ya era bueno. En fin, apago la computadora y me voy a ver la tele.
Desde hoy, voy a escribir, por escribir. Publicar, salga lo que salga. Que la escritura se transforme en la misma rutina que es para mí comer, dormir, ir a cagar, o mirar televisión. Quizás, con este ejercicio, me liberé de esta sensación que me lleva a pensar que lo que escribo merece el inexorable destino del destierro.
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