“No soy yo el único que se lamenta de la falta de gracia de las mujeres de la colonia del río de la plata: todos mis compatriotas son de mi opinión.
Ninguna familia debiera traer sirvientas solteras y bonitas de Europa: es seguro que aquí las pierden. Aunque las muchachas no quisieran, les resultaría difícil resistir la avalancha de pretendientes, todos ellos obreros ingleses, que buscan afanosamente esposa de su misma nacionalidad. De tal modo que quienes deseen conservar sus criadas, deben buscarlas tan feas como sea posible; un antídoto contra las ardientes pasiones de nuestros Don Juanes. Una importación de mujeres inglesas de buena presencia obtendría un gran éxito aquí -y en muchas de nuestras colonias-. Desearía que algún aventurero formase grupos de muchachas, reclutadas entre las muchachas de clase baja de Londres, y las enviase a Buenos Aires; seria una excelente especulación y las pobres chicas saldrían ganando.”
Cinco años en Buenos Aires. 1820-1825
Crónicas de un feo argentino
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