miércoles, 2 de enero de 2008

Sacrificio

La vi muerta de belleza. Abrazada a su perfección física, vestida de lujo y con parpados desechos de embriaguez. Tenía 15 años, estaba casada y no me avergüenza confesar mis deseos de acariciar a la doncella, también conocida como la momia de Llullaillaco.

Ella, junto con otros dos niños momificados, fue encontrada en 1999 en la cumbre del volcán del mismo nombre a 6700 metros sobre el nivel del mar.

Desde hace pocos meses, en el Museo de alta montaña de Salta (www.maam.org.ar), se exhibe a la doncella en una bóveda especialmente acondicionada a 20 grados bajo cero, y en condiciones similares a las que fue hallada.

Todos los años el Inca convocaba a los niños más hermosos del imperio para sacrificarlos en un ritual conocido como capacocha, en reconocimiento y gratitud al ancestro Mama Huaco, que les había dado el primer maíz. Se presume que la doncella era hija de un cacique.

Verla es impresionante. Estuve 10 minutos, petrificado, con mi nariz rozando el cristal de seguridad. Me sentí un intruso de su muerte, observado por sus ojos cerrados. Me corrí sin hacer barullo por temor a despertarla, y me perdí en un dato, secundario, ya conociendo su final. La mataron por ser bella y de alta alcurnia. Los incas querían entregar lo mejor y la doncella, para ellos, cumplía la constitución ritual.

Lamentablemente para mi curiosidad no es posible determinar si ella compartía el propósito de su belleza y se entregaba en un especie de suicidio ceremonial, o bien, fue engañada, alcoholizada y abandonada. Lo primero me quita el espanto de saber que desconcía la interrupción de sus sueños por el eterno, y lo segundo, me dispara preguntas, de valoración diversa.

¿Los hijos de los caciques deseaban ser bellos o preferían la fealdad física para sobrevivir?, ¿Quiénes se hacen cirugías estéticas piensan entregarse en sacrificio?, ¿o el sacrificio es simplemente gastar tiempo, dinero y esperanzas para ser bello? ¿la doncella se hubiera puesto lolas para ser sacrificada?

Me fui del museo -hacia mucho frio- y apenas transpiré el calor seco del norte, caminé por el centro de Salta sin destino y sin preguntas.

Hoy la doncella tiene 500 años y logró un anhelo tan universal como inservible: la juventud eterna.


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