viernes, 28 de septiembre de 2007

El bagarto del boliche.

Esperanzado, ansioso, desesperado y caliente, me sumergía en la matiné de las discos con mis compinches de aventuras desvergonzadas, Oscar, Juan, Fede y Seba.

Después de sortear al patovica, lo primero que hacíamos era ubicarnos al lado de las pibas más lindas, como si esa cercanía tuviera los mismos efectos que una transfusión de belleza y estilo.

Ellas, ni bien notaban nuestra presencia se mudaban todo lo rápido que su agilidad les permitía. Comenzar la noche al lado del pibe más feo del boliche es como un gato negro de aparición repentina, traemos mala suerte.

La explicación no es de características mitológicas. Toda señorita que hablaba conmigo se convertía inmediatamente en bagallera, es decir, si había algún pibe con deseos de encararla desistía por temor a sentirse un bagarto. Para tener éxito en los boliches, se recomienda alejarse de los feos.

Jamás bajé los brazos ni me entregué fácilmente a la desdicha. Desde luego, a los feos todos nos cuesta el doble, pero una vez que hallamos el camino somos invencibles. Y mi camino invencible fue hallar a esas damas libres de prejuicios estéticos: las borrachas.

En virtud de ellas, aprecié el sabor de muchos labios y de vez en cuando me homenajearon con frías caricias. Esos atracos alcohólicos siempre culminaban en episodios vulgares que al día siguiente me encargaba de relatar ante un auditorio de amigos y compañeros que recibía con entusiasmo festivo los detalles de mis desventuras, la mayoría de ellas presentes a lo largo de todo el libro.

Digamos que siempre gocé de las borrachas y mi auditorio, y seguramente ustedes, chochos de contentos.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Papa Noel: ¡quiero amigos!

-Sí, amigos, eso quiero Papa Noel. El año pasado te pedí lo mismo y me regalaste unos soldaditos. Me aburrí de jugar solo, quiero amigos.

- Bueno, no te prometo nada -contestó Papa Noel, rascándose la oreja.-Lo que me pedís es muy difícil, porque eso no se regala, la amistad es algo que nace del corazón.

Papa Noel me abrazó fuerte como nunca, y antes de continuar con el resto de los chicos que aguardaban impacientes en la extensa cola me dijo:

-Cuando menos lo esperes, los amigos llegarán.

Qué laburo desgraciado, me imagino al pobre hombre disfrazado de Papá Noel, escuchando los pedidos de todos los pibes y también, esos llamados pedidos de auxilio imposibles de conformar y satisfacer.

Tenía 7 años cuando fui a la tienda Harrods de la calle Florida a pedir lo que más deseaba en el mundo: dejar de sentirme solo. O, por lo menos, encontrar a alguien con quien no pelearme, ni que se burle de mí.

Al poco tiempo descubrí la mentira de los Reyes Magos y Papá Noel (pronto iniciaré una campaña para exterminarlos) y también se cumplió la profecía del hombre disfrazado de estafa roja y blanca: el amigo llegó.

Andrés, mi vecino del mismo piso fue, hasta los 12 años, mi único amigo y el único niño en la Tierra que no me cargó. Gracias a esa amistad de casualidad o providencia divina, puedo decir que tengo lindos recuerdos de mi infancia, salvo por el calvario de ir al colegio.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

El día que fui Luis Miguel

-¿Qué corte querés?

-El de Luis Miguel.

Alberto, el peluquero, aguantó la risa e hizo su trabajo. Todavía tenía suficiente pelo como para que Alberto pudiera demostrar sus cualidades. Ya no.

Llegué a casa, busqué esa remera blanca idéntica a la que el músico mexicano utilizaba en su video clip “Suave”, que era todo un boom en los 90, y me fui a bailar.

Con esa confianza extra que me otorgaba ese corte de pelo, la remera y una supuesta identificación como el doble de Luis Miguel, ingresé cual divo a la pista. Obtuve la misma respuesta de siempre, la indiferencia, hasta que sonaron esos acordes mágicos: los enganchados de Luis Miguel.

Tomé de arrebato a una señorita y me apropié del centro de la pista. Mi cuerpo desplegaba una imitación perfecta a los movimientos de Luismi. Tiraba patadas al aire, me revolcaba por el piso, gritaba y cantaba a voz en cuello. Fueron 5 minutos de gloria, un par de chicas observando mi espectáculo, mi ego por los cielos hasta que todo se disipó cuando el envidioso disk jockey interrumpió mi éxtasis con Depeche Mode.

Me acomodé el pelo, inflé el pecho, me acerqué a la piba que estaba bailando conmigo y como un eximio ganador le susurré:

-Me parezco a Luis Miguel, ¿No?

-Yo diría a Nicola Di Bari.

martes, 25 de septiembre de 2007

La desgracia del yerno esperpento

Las suegras y las mejores amigas ¿discriminan a los novios feos?

De ninguna manera, es un acto de supervivencia, respetable, honesto y hasta lógico. En el capítulo 3 describo todas las consecuencias que padecen aquellas pobres mujeres damnificadas por la aparición de un joven feo en la familia o en la amistad. Y además, enumero cuáles son las técnicas empleadas para terminar con esa desgraciada presencia.

¿Cuánto puede durar una pareja de aspectos diferentes cuando la familia, amigos, porteros y verduleros conspiran contra ella? ¿Es cierto que el divorcio en Argentina se aprobó gracias a la presión de miles de padres desesperados por separar a sus hijos de adefesios, escrachos, mamarachos, bagartos y animales?

Además de responder a estos grandes interrogantes que preocupan a toda la humanidad, expongo un gran descubrimiento: Psicopatología y biotipo de la mujeres que repiten a diario: “Ya no hay hombres” o “dónde están los hombres”. Desde luego, esos pedidos de auxilio excluyen a los feos…

lunes, 24 de septiembre de 2007

¡Y también granos!

Los anteojos culos de botella son un accesorio que llegado el momento pueden quitarse, o en mi caso, arrebatarlos del rostro por una cuestión de salubridad visual, del que me mira, obvio. Los aparatos de ortodoncia, si son removibles, pueden arrojarse al retrete en caso de urgencias y de ser fijos, con no abrir mucho la boca se puede zafar, ¡pero los granos! Ah, eso no tiene solución, son de lo peor.

Una mañana de un desgraciado día no identificado, amanecí brotado con un furioso acné que usurpó mi piel rosadita. ¡Si al menos hubieran sido un par! Pero la naturaleza no se andaba con chiquitas (salvo en el único sitio donde si jode que sea ¡chiquita!) y me adjudicó una legión de horrendos volcanes, verrugas, durezas, y diferentes formas, todas, de apariencia repugnante.

El dermatólogo enseguida sentenció:

-“Jamás vi algo así. Es un caso que se da uno en un millón. Nene, preparate, porque te va a durar un par de años”

Si hubiera nacido en Inglaterra o Groenlandia quizás no hubiera sufrido tanto. Allí, todos se saludan con la mano, pero nosotros, los latinos, somos tan afectuosos que chocamos las mejillas en un gesto tierno de saludo, salvo conmigo. Todos esquivaban mis granos extendiendo con velocidad una mano, y al día siguiente, directamente me saludaban bien de lejos. ¿Eran desconsiderados, me discriminaban, eran maleducados, me menospreciaban, eran un desprecio? No, también me transpiran las manos.

viernes, 21 de septiembre de 2007

¿El feo es un degenerado?

En el capitulo 2 me entrego a la honestidad más absoluta bajo la certeza de la prescripción de ciertos delitos. Contaré dos etapas de mi vida donde, si las chicas-víctimas y las señoras-víctimas me hubieran denunciado, hoy estaría en una prisión de máxima seguridad.

Describo cuales fueron esas actividades, cómo se realizan, los métodos y huidas posibles. Y también le adjudico la responsabilidad al Estado por haberme convertido en una especie de delincuente infantil, aunque muchos utilizaban otra frase para describirme: “el degenerado querible.”

jueves, 20 de septiembre de 2007

¿Los feos pueden trabajar?, ¿y deben cobrar?

Después de estar dos horas tiritando de frío entre una pared y el baldeo matinal de los porteros llegó mi turno.

Una empresa necesitaba un cadete y había publicado un aviso en el diario Clarín. Me recibe un hombre de unos 40 años, con toda la moda vistiendo su cuerpo, una barba recortada prolijamente y una mano bien flojita que apenas roza la mía, con un gesto de indisimulable asco que yo interpreté como un saludo.

Con esa misma mano -qué rápidamente desinfectará, pienso- me hace un gesto para que me siente.

Recuesto mi humanidad y escucho por primera vez su voz:

-¿Cómo te llamás?

-Gonzalo Otálora

-¿Qué edad tenés?

-19

-Bueno, cualquier cosa te llamamos, gracias.

A los 30 segundos estaba afuera, esquivando los baldazos del portero y con tal amargura que olvidé el frío. Mi calentura era justificada. Llevaba 3 meses buscando trabajo y siempre me despachaban sin la menor consideración.

Nunca había tiempo para explicar nada, mi condición de anteojudo y granuliento era suficiente para entender que mi aspecto era un obstáculo para conseguir el puesto. ¿Era realmente mi aspecto un obstáculo para conseguir trabajo?

En el capítulo 3 cuento la odisea de buscar trabajo siendo feo, inseguro, creyéndome bueno para nada y para colmo, sufriendo las inmorales e ilegales preguntas de Recursos Humanos, o mejor dicho, el servicio de inteligencia de las empresas.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

¡Tirá la balanza por la ventana!

El Estado tiene que prohibir la venta libre de balanzas. Es un invento nefasto que contribuye a destruirte la vida. Es como tener un tomógrafo computado en tu casa y toda vez que te duele la cabeza, te haces un estudio. ¡Qué necesidad de pesarte todos los días! Las balanzas solo deben estar en poder de los médicos y con ciertas restricciones.

De todas maneras, sugiero no juntar firmas para sancionar esta ley. A lo único que contribuiría es a aumentar la rentabilidad de aquellos que lucran con la venta ilegal de productos. Yéndonos a un futuro probable, escucharíamos a sindicalistas panzones defendiendo la ley, otros tantos legisladores de dudosos prontuario o mentirosa honradez haciendo una campaña supuestamente comprometida por las eliminación de balanzas y tanto unos como otros fundando fábricas de balanzas para venderlas ilegalmente.

Mejor, tirar la balanza por la ventana.

martes, 18 de septiembre de 2007

El feo siempre es el boludo del aula

A mis compañeros de primaria les encantaba ir al colegio. Sabían que conmigo la pasaban genial. Ellos se deleitaban con mis anteojos culos de botella y con toda la profesionalidad del quilombero escolar, se encargaban de escupirlos, esconderlos, arrancarle las patillas, rayarlos, o directamente arrojarlos por la ventana. Además de cantarme feo en la cara. Bueno, eso era un detalle.

Esos forajidos, mis compañeros, eran muy originales y creativos. A diario me sorprendían con flamantes bromas, como si hubieran hecho un post-grado en “Cómo cargar a un niño feo y reírse en su cara.”

Cuando se aburrían de mis culos de botella, me escondían los útiles, me arrancaban las hojas o directamente depositaban mi mochila en el inodoro, ante la complicidad de los maestros. Lógicamente, cuidar a un niño feo es como tenerle compasión a las cucarachas. Para ellos, maestros y verdugos, yo era una cucaracha con anteojos culos de botella.

Mi pupitre también colaboraba con los fines burlescos de mis compañeros. En él estampaban inscripciones de indiscutible origen y destinatario:

“Aquí se sienta el más feo de todos”

“Cuatro ojos + aparatos: horrendo”

“¿Es un bicho? ¿es un escarabajo? No, ¡es Gonzalo!”

Y sí, mis compañeros tendrían que haber ido presos por cargarme todos los días. Fueron unos verdaderos verdugos, pero la verdad no los culpo, yo hubiera hecho lo mismo, era horrible. En todo caso, quienes debían cuidarme eran mis maestros, pero ellos se divertían tanto como un alumno más.

El primer capítulo es un viaje intenso que va desde los primeros momentos de un niño feo hasta la explosión de la pubertad. Una gran excusa para tomar el libro como un disparador de aquellos recuerdos nostálgicos que cada tanto irrumpen y convocan al deseo de regresar a la niñez o bien, cierto alivio de saber que por fortuna, será imposible.

domingo, 16 de septiembre de 2007

¿Cómo es la vida amorosa de un pibe feo?

Ostento varios récords jamás declarados en el libro Guinness, por simple pudor. Me han dejado plantado en todas las esquinas de Buenos Aires, menos en dos, solo porque nunca me citaron allí. Elaboré una voluminosa guía telefónica de números equivocados, reúno un vasto repertorio de rechazos, tantos, que al caminar por la calle creo conocer a todas las chicas, es decir, ya las chamuye y ya me rechazaron, seguro más de un vez.

Hoy, esta colección de fracasos amorosos se lleva todas las risas en los asados y reuniones con amigos, cuando por más de 3 horas relato las mejores y más emblemáticas técnicas de: “cómo desprenderse para siempre de un chico feo” y “cómo hice para evitar que se desprendan de mí”

A la distancia me cago de risa pero en ese momento, cada una de esas infinitas salidas frustradas, cada uno de esos miles de teléfonos equivocados y cientos de plantones esquineros, me arrebataban la sonrisa de la cara y me apuñalaban de dolor el alma.

¿Cómo es vivir pensando que nunca te besarán?, ¿Cómo es vivir creyendo que jamás dirán “te amo”? Y todo por sentirte feo.

En el capítulo 2 cuento cómo es la vida amorosa de un pibe feo, sin dinero, sin fama, sin poder, sin ir a un reality, sin facha y con chizito incluido, es decir, sin nada.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Los niños feos arruinan la economía de la familia

Para ingresar sin discusión, al club de los feos, es condición fundamental haber sido ensamblado en el outlet de la humanidad.

A los 3 años inicié mi periplo sanitario, rentable para los médicos, oneroso para mis padres.

Me atribuyo la exclusividad como ser humano (aunque muchos aún hoy se preguntan si en verdad lo soy) de tener extrema precaución en la utilización de desodorantes porque se me infectan las axilas, duermo en una cama inclinada 20 centímetros por ser alérgico a los ácaros y tuve sarna, como los perros, ¡lo más lógico para un feo!

Apenas un bosquejo de los más de 15 episodios inverosímiles que me permiten conjeturar que no debe existir otro ser humano (insisto en llamarme así, a pesar de los escépticos) que reúna tamaña cantidad de estorbos que obstaculicen el normal desarrollo de la vida y que a veces genere repulsión en terceros, cuartos, quintos, en fin, toda la población entera.

A modo de confesión, brindo mi historia clínica como descargo a los comprensibles reproches de mis hermanos, que me acusan de haber arruinado la economía de la familia.

Como dato estadístico agrego: ya llevo 12 operaciones con anestesia local y 10 con anestesia total Y todas, por suerte, sin mayor trascendencia. Sin contar las cirugías estéticas, que desde luego, merecerán un capítulo destacado en el libro, que con propiedad y creo que ya, sin discusión, se ha ganado el título de ¡Feo!

Cita a ciegas con un feo

Estaba en una esquina esperando a esa chica que conocí por teléfono. Era la primera cita a ciegas de mi vida. Llevé un pañuelo blanco para que me identifique, bueno, con decirle que era feo hubiese alcanzado, pero no lo hice. A los 10 minutos una chica rubia de cuerpo atractivo clavó sus ojos en mi pañuelo blanco. Levantó la mirada y se detuvo en mis ojos, ocultos tras mis antojos culo de botella de tonalidad mate, en composé con mis granos y zapatos. Cuando me identificó, se dio vuelta y empezó a correr desesperadamente. Cruzó la avenida Corrientes en rojo, sin impórtale que un auto pudiera matarla. Claro, si alguien la veía conmigo el final era el mismo.

Esta arriesgada huida me sirvió para entender que sería muy difícil conquistar a una chica a ciegas y, desde luego, con los ojos abiertos también.

A los feos todo nos cuesta el doble y nos pagan la mitad.