“Me cambié de colegio a las 12 años. Hoy ya tengo 21 pero todo el dolor que me causaron esas burlas creo que hasta el día de hoy las cargo. Son palabras dolorosas, hirientes que no se olvidan y hasta el día de hoy me siento humillada.
Con mi ex novio pasó lo mismo. En los últimos meses de noviazgo me decía:
"gorda no comas no ves que sos horrible"
"mira a tu prima de linda que es y yo con vos no se que hago, sos un asco"
"deja de hacer dietas seguís siendo horrible"
Yo sé que el es un chico bueno, todavía no sé por qué me dijo esas cosas y lo peor delante de sus amigos. Pero estoy segura que lo hizo drogado. En fin, tuve las fuerzas para de decir basta, pero son cosas que uno nunca olvida, que te marca para toda la vida.
Me acuerdo una vez que fui a una boutique donde venden ropa de una marca bastante reconocida, entro y empiezo a mirar ropa con mi mama y mi hermana. Saco una remerita para probarme (creo que yo tenia 10 años) y se acerca la encargada y le dice a mi mama que ahí vendían ropa para chicas normales, y yo inocente le dije no soy discapacitada, ella contesto: "pero sos muy gorda, es lo mismo".
O una vez que en Cafayate abrieron un parque de diversión, es un pueblo chiquito ahora, imaginate 12 años antes. Era toda una alegría para los niños, con mis amiguitos habíamos organizado ir todos juntos con la mama de uno de ellos.
Estaba tan entusiasmada, tan contenta, pero como a toda gorda siempre se nos arruina la alegría con algo.
Había llegado el momento después de hacer tanta cola mis amigos. Iban pasando uno por uno al pelotero inflable, de esos todos cerrados, este tenía forma de una vaquita de san antonio. Yo estaba feliz, ya quería entrar y poder hacer piruetas y saltar como una chica normal. Cuando llego mi turno, yo estaba de la mano de la mama de mi amigo, me vieron y me dijeron" no podes entrar". La mama de mi amigo pregunto ¿por qué? y le dijeron por que es gorda: "Esperemos que salgan todos tus amigos y entras vos sola" y vemos si no se revienta, si se revienta salís y sino te quedas 5 minutos antes de que eso pase. Yo lloraba desconsolada, la mamá de mi amigo fue a hablar con el dueño del parque y obviamente no hubo solución. No pude disfrutar de subir al pelotero inflable con mis amigos ni sola, porque las burlas y la discriminación siempre interrumpían.
Reconozco que también hubo mucha gente buena que me defendía. Mis amigos cuando vieron que yo no entre salieron todos del pelotero y nos fuimos a jugar a las escondidas.”
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